Para este hospital de Los Ángeles, el último pico de COVID-19 es un retorno a un ritmo conocido - Los Angeles Times
Anuncio

Para este hospital de Los Ángeles, el último pico de COVID-19 es un retorno a un ritmo conocido

A woman waits in the ambulance bay outside the emergency department
Carina Tapia espera en la zona de ambulancias, en el exterior del departamento de emergencias del Martin Luther King Jr. Community Hospital, en el vecindario Willowbrook, de Los Ángeles.
(Francine Orr / Los Angeles Times)
Share via

Un hombre con las piernas dolorosamente hinchadas por una insuficiencia cardíaca congestiva reposa en una camilla afuera de la sala de emergencias, mirando hacia un cielo plomizo que amenaza con llover.

Una mujer ayuda a su esposo a entrar en una carpa de triaje, luego de que su centro de diálisis se negara a admitirlo ante el resultado positivo de su prueba de coronavirus.

Al llegar al departamento de emergencias del Martin Luther King Jr. (MLK) Community Hospital, las personas reciben tratamiento en tiendas de campaña, pasillos, cubículos, antiguas oficinas administrativas y áreas de ambulancias.

Muchas esperan a la intemperie, con tos y dolor de garganta, para hacerse la prueba de detección del coronavirus. Otras llegan por todo tipo de enfermedades crónicas que azotan perpetuamente el sur de Los Ángeles.

Anuncio

Podría decirse que, hace un año, el MLK era la zona cero de los hospitales asediados por una brutal oleada invernal del COVID-19.

A nurse tests a patient's oxygen levels outside a triage tent
La enfermera matriculada Helen Ellis, a la derecha, camina con la paciente Alicia Hernández, midiendo su nivel de oxígeno, en el Martin Luther King Jr. Community Hospital, en Willowbrook.
(Francine Orr / Los Angeles Times)

Hoy, se encuentra en un lugar tanto extraño como familiar durante esta oleada de la increíblemente infecciosa variante Ómicron: abarrotado, a menudo frenético, pero bajo control para una institución acostumbrada a lidiar con la confluencia de problemas sociales y médicos.

El COVID-19 fue particularmente letal aquí el año pasado debido a la mala salud subyacente de la comunidad. Pero el número de pacientes se vio compensado porque quienes no tenían coronavirus se mantuvieron alejados, por temor a contagiarse. La crisis principal fue en la unidad de cuidados intensivos.

Esta vez, dicen los funcionarios del hospital, el virus está más extendido, pero no es tan mortal. Eso inundó la sala de emergencias con personas que no están tan enfermas y cuyas condiciones preexistentes fueron exacerbadas por el COVID-19.

A nurse checks the blood pressure of a patient
La enfermera Laporcha Robinson examina a Nicholas Bryant, de 61 años, cuando llega al departamento de emergencias del MLK Community Hospital.
(Francine Orr / Los Angeles Times)
Anuncio

La doctora Elaine Batchlor, directora ejecutiva del centro médico, comentó este mes que solo el Antelope Valley Hospital tenía una mayor proporción de pacientes por cama en el condado de Los Ángeles.

Sin embargo, señaló que la realidad cotidiana previa a la pandemia aquí era únicamente distinta en una cuestión de grado: el departamento de emergencias generalmente atiende casi tres veces más la cantidad de pacientes para los que fue diseñado.

Antes del COVID-19, los administradores tenían que convertir el área de espera de la sala de emergencias en cubículos para tratar a más personas y trasladarlas a tiendas de campaña con calefacción y aire acondicionado en la zona de ambulancias.

Durante la pandemia se donaron otras tres carpas para hospitales, pero es probable que éstas sean necesarias incluso cuando disminuyan los casos de coronavirus.

A doctor uses a stethoscope on a toddler
El doctor Peter Galich examina a Rubi Recinos, de dos años, afuera del MLK Community Hospital.
(Francine Orr / Los Angeles Times)

“Hemos sido un hospital de campo de batalla desde el principio”, comentó Gwen Driscoll, portavoz del MLK. “Entonces sabemos cómo manejar el volumen”.

Anuncio

Durante este pico, la mayoría de los casos de COVID-19 son lo suficientemente leves como para que los pacientes sean examinados, se le receten medicamentos y luego sean dados de alta.

Pero dada la gran cantidad de personas que ingresan, el hospital está lleno y, al igual que otras instalaciones, tiene poco personal, ya que el coronavirus también infecta a los trabajadores de la salud en todo el estado.

El resultado es una especie de torniquete rápido para la mayoría de los pacientes con COVID-19, con estadías prolongadas principalmente para los no vacunados, que están más gravemente enfermos.

“Estamos notando un porcentaje más bajo de personas que ingresan en el hospital”, remarcó Batchlor. “Hay estadías más cortas”.

A patient sits in a blanket inside a tent
Alicia Hernández, de 38 años, espera afuera del departamento de emergencias del MLK Community Hospital.
(Francine Orr / Los Angeles Times)

La falta de un seguro de salud adecuado en el sur de Los Ángeles y la escasez de médicos obliga a los residentes a depender de la sala de emergencias para padecimientos que de otro modo no serían tratados, como enfermedades mentales, cardíacas, renales y pulmonares, derrames cerebrales, así como diabetes.

Anuncio

El departamento de emergencias fue diseñado para atender a 40.000 pacientes al año cuando inauguró, en 2015. Antes de la pandemia, atendía hasta 110.000. “No estaríamos así hoy si nuestra comunidad tuviera acceso adecuado a la atención médica”, detalló la doctora Batchlor.

“La razón por la que todas estas personas están en nuestro departamento de emergencias ahora es porque no hay otro lugar adonde ir... Sí, es por COVID ahora, pero es eso, además de las disparidades fundamentales en el acceso a la salud”.

A nurse speaks to healthcare staff
Jordi González, jefe de enfermería de la sala de emergencias, habla con el personal antes de una transición de turno en el MLK Community Hospital.
(Francine Orr / Los Angeles Times)

Jordi González, jefe de enfermería de la sala de emergencias, comenzó a las 6:30 a.m. de este mes con 25 pacientes de otros departamentos en camas de urgencias; solo cuatro quedaban disponibles. “Debido a que estamos abordando tantos casos como los que tenemos esta mañana, atendemos hasta en los pasillos”, comentó. “Obviamente, no es ideal estar aquí”.

Hay otros factores que conducen al hacinamiento: los pacientes con COVID-19 deben estar aislados para evitar que el virus se propague y llene las muy valiosas habitaciones. Durante este pico, fue difícil trasladar a las personas a centros de enfermería especializada y de salud mental, que también tienen poco personal pero no están obligados por ley a recibir a nuevas, como los departamentos de emergencia.

La madrugada es el momento más tranquilo del día. “Nuestro volumen explota entre las 7 y las 11 a.m.”, comentó González. Por lo general, no se despejan las áreas de espera hasta las 3 o 4 a.m. del día siguiente.

Anuncio

A las 7:30 a.m., la gente comenzó a llegar, muchos con síntomas del COVID-19.

A nurse uses a nasal test swab on a boy as his mother watches
La enfermera registrada Elizabeth Bierbrodt administra una prueba de coronavirus a Aaron Jenkins, de siete años, mientras su madre, Latima Russell, observa afuera del departamento de emergencias.
(Francine Orr / Los Angeles Times)

Latima Russell, de 37 años, llevó a su hijo Aaron a la carpa de triaje para ver a un médico y que le realizaran la prueba de detección del coronavirus. Había tenido una fuerte tos durante tres días y le dolía la espalda.

En el St. Francis Medical Center, el día anterior, esperaron más de siete horas sin lograr ver siquiera a un enfermero. “No le hicieron una prueba ni nada. Me acabo de ir”, dijo. “Aquí te reciben y te atienden pronto”.

Una enfermera hizo una evaluación de clasificación inicial para determinar qué tan graves eran sus casos en cinco minutos. Fueron trasladados a unas sillas al exterior de la sala de emergencias, donde otra asistente salió con un hisopo para hacer el examen a Aaron.

“Bien, amiguito, solo necesito revisar tu nariz durante unos 10 segundos, en una sola fosa nasal”, le dijo.

Él movió la cabeza y rompió en llanto antes de que ella pudiera contar hasta dos. Un médico lo revisó. Su nivel de oxígeno era normal y otros signos vitales eran buenos. Le entregó a la mamá una receta para que le diera Tylenol de venta libre, a fin de que su plan de Medi-Cal lo pagara, y se marcharon.

Anuncio
A doctor uses a stethoscope on a patient inside a tent
El doctor Adam Ash examina a Jahnee Desselle, de 32 años, en el exterior de la sala de emergencias del MLK Community Hospital.
(Francine Orr / Los Angeles Times)

Jahnee Desselle, de 32 años, se sentó en la misma área afuera esperando ver a un médico, mientras los pacientes más agudos eran trasladados al interior. Tenía dolores en el cuerpo, escalofríos y dificultad para respirar, que la habían mantenido despierta toda la noche.

No está vacunada e insiste en que su religión no lo permite. Acababa de regresar de una reunión familiar cazando caimanes en Louisiana y sospechaba que podía haber contraído el virus allí.

El doctor Adam Ash se acercó.

“¿Que está pasando?”, preguntó.

“Me desperté esta mañana con dificultad para respirar. Durante los últimos días, me ha estado doliendo el pecho. Y tenía un dolor de oído muy fuerte y también de garganta. He tenido ganas de vomitar y algunos escalofríos. Ha sido así durante la última semana”.

El doctor la trasladó a la carpa de examinación pulmonar, para una mayor observación.

Healthcare workers and patients are seen inside a triage tent
Carpa de triaje, en el exterior del departamento de emergencia del MLK Community Hospital.
(Francine Orr / Los Angeles Times)

El miércoles, la sala de emergencias tuvo acceso a un edificio del condado adyacente para agregar hasta 18 espacios más de tratamiento.

Anuncio

Batchlor espera que los picos de COVID-19 obliguen a los legisladores estatales a notar el sistema quebrado en las comunidades pobres y de color en California. Ella culpa por el hacinamiento eterno en MLK a Medi-Cal, que no les paga a los proveedores lo suficiente para ofrecer el tratamiento médico preventivo y de salud conductual que la comunidad necesita.

“Si tuvieran eso, serían más saludables, no fueran tan vulnerables al COVID, no estarían tan enfermos en caso de contraer el coronavirus y no habría el hacinamiento que existe en esta sala de emergencia hoy”, enfatizó la doctora.

“Es parte del sistema de salud de distintos niveles que hemos creado en este país”, agregó, “en el cual las comunidades como ésta quedan hasta abajo”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

Anuncio